MISTERIOSO BOTANICO

Aquí, en este “Botánico”, me inicié en muchos de los misterios de la fotografía. A lo largo de varios años recorrí sus senderos, atento a algo más que al bello paisaje.
El silencio y la tranquilidad del lugar, el andar en soledad y sin palabras me hicieron descubrir un más allá de los rincones fotogénicos.
Puedo marcar un punto de giro en mi recorrido cuando al fotografiar un vidrio con una tela de araña percibí que me adentraba en una nueva forma de mirar a través de la lente: había visto algo nuevo, algo que encontré en otros vidrios rajados y que me reflejaba como un espejo. Y un día ese camino llegó a su fin, en aquella época reemplazaron todos los vidrios de los invernaderos y comprendí que ese trabajo estaba terminado.
Ni los invernaderos ni yo éramos los mismos.
Luego apareció la niebla, y seguí ese otro camino hasta que no recordé más cuál era el motivo para adentrarme en el.
Ya había aprehendido entonces que uno solo fotografía lo que tiene adentro.
Y después de aquellas imágenes cercanas de los vidrios, de los encuadres abiertos de la niebla o en días de lluvia apareció una nueva forma de mirar, por fin en el estanque por el cual pasaba insistentemente a la espera de una imagen que me conmoviera, percibí un día la síntesis de lo anterior, los diferentes planos de la realidad estaban reunidos en uno: en la superficie, en el fondo y en el reflejo del cielo.
A partir del estanque volví a fotografiar gente, después de un vacío de muchos años, y, en algunos raros casos encontré también la superficie, el fondo y el reflejo.
En los tiempos en que fotografiaba el Botánico comprendí que encontrar es más importante que buscar.

Ahora solo me quedo con las imágenes que encuentro.

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